viernes, 20 de junio de 2008

Ojos que no ven... traición que se siente. (1)

Hay un sabio adagio que dice que lo "esencial es invisible a los ojos". Quizás hay algo de cierto en ello, que hay cosas que ocurren bajo la mesa y que no sabemos, aunque lo presentimos de alguna manera.

Esa mañana del año 1999, en la víspera universitaria del cambio del milenio, una mañana de octubre soleada y tibia, algo extraño en el ambiente me decía que sucedería un fenómeno que me rehusaba a volver a sentir. Nunca supe cuál era hasta que mis amigos me invitaron a un evento. Después de una noche en vela - una de las tantas noches pegada al teléfono con mi amiga y sus eternos problemas -, una noche de relajo no andaría mal. Nos pusimos de acuerdo para juntarnos en casa de mi amiga y quedamos de vernos.

Aquella noche llegué al departamento alquilado por mi amiga un poco antes de lo pactado. Cosas del tráfico. Cosas del fútbol. Cosas de la vida. Cosas. Y ahí comenzarían los deja vu. El primero: me contesta el citófono la voz de un varón - un varón conocido... Segundo deja vu: me abre la puerta ese hombre... Tercer deja vu: nada que hablar...