domingo, 16 de diciembre de 2007

El perdón que no llega.

He imaginado este viaje cientos de veces. La carretera y yo, rumbo al sur, ese rumbo conocido y desconocido a la vez. Ese viaje que no sabes para qué serviría, pero igual quieres hacerlo.
Sabes hacia dónde te conduce, pero no sabes si te traerá de regreso, con lo que quieres.
O lo que no.
He soñado cientos de veces con esperarte frente a tu casa, mirando aquella casa que conocí cuando fui al sur hace años atrás, y que conocí pese a tus complejos y pudores; allí donde me senté en el living como lo hice en todas las casas que he conocido en mi vida, como si antes ya hubiera estado ahí...
Sin embargo, tú no me creíste. Yo pude hacerme partícipe de tus cosas, mas tú nunca de las mías.
En este viaje, buscaría esa dirección con desesperación: Carlos Ibáñez 1063, sin la emoción de sorprenderte como hace 10 años lo hice. La buscaría con el temor de estar haciendo algo ridículo y estúpido, y que tal vez debiera devolverme para evitar una catástrofe; mi propia catástrofe.
Porque no tengo idea de qué podrías decirme.
Ni cómo me recibirías. Como una psycho en la puerta de tu casa, ¿qué más puedo esperarme?
Pero esa visita la he imaginado con suerte 400 veces. Yo, frente a tu casa, viendote llegar y yo, acercándome.
El resto es una sucesión de imágenes. Todas distintas, dependiendo de qué me imagine.
Se me olvidaba decir que eras amiga mía... Y que eso hace muy distintas las cosas.
Partiendo porque, no tendría por qué ir a buscarte. Me debes una disculpa que pudo cambiar las cosas.
Me debes tiempo de mi vida que no siento devuelto.
Disculpa si soy tan directa, es que así lo siento.
Cada vez que voy a la universidad, recuerdo mis últimos meses ahí, hechos un infierno, gracias a ti... durante años esa sensación empañó mi relación con la universidad y con mi carrera, que tanto adoro.
Ya me reconcilié. El día que dejé escapar toda esta ira y el dolor de la traición. Me acusaste de haber traicionado tus sentimientos, y resulta que todavía tengo ganas de perdonarte, pese a lo que pasó. No tendría por qué hacerlo.
Y sigo imaginando esa visita que a ratos quiero hacer, pero estas mismas cavilaciones me hacen renegar y olvidar esta loca empresa que me he inventado.
Pensar qué cosa pueda pasarme por buscar algo que nunca obtendré. Algo que nunca podré entregar.
Dios perdona... yo no.

No hay comentarios: